Peace & Love Hospitals

Tamale fue nuestra siguiente parada en Ghana. Poco a poco íbamos accediendo al país que da un poco de sentido a toda esta aventura. Ghana. Por fin Ghana. Después de un mes y una semana viajando, llegábamos al primero de nuestros destinos. El segundo es Barcelona…
Así que la felicidad podía más que el cansancio, que se va acumulando lenta, pero implacablemente no solo en nuestros cuerpos, sino también en nuestras cabezas. No analizaremos si la gente de este país es simpática o no, de si sonríen o no, de si son felices o no. Pero se podría decir que no sorprenden en ese aspecto. Son diferentes al resto. Lo que sí es destacable es su religiosidad que en algunas ocasiones puede llegar a ser incluso excesivamente alarmante. Si algo no tiene explicación (o parece no tenerla), siempre queda ese ser superior en el que las religiones se basan para justificarlo.

Incluso a la hora de buscar alojamiento la religión está presente. En Tamale dormimos en el TICCS(Tamale Institute of Cross Cultural Studies), un lugar sencillo, sin lujos y dedicado a los estudios teológicos. Había gente europea por todas partes. Y un misionero colombiano que desarrollaba las labores de director. Dormir se duerme bien, pero al día siguiente no nos quisieron hacer el desayuno porque no lo habíamos encargado la noche anterior. En Ghana son muy lentos haciendo las cosas y siempre tienes que encargarlas. O armarte de paciencia. En la guía puedes leer que lo mejor es llegar a un restaurante, leer la carta, pedir los platos, irte y volver en una hora. Y hasta que no llegas aquí no te lo crees.

Pensamos que en Kumasi la cosa cambiaría. La segunda ciudad de cualquier país tiene que ser más o menos moderna y cosmopolita. Nos equivocamos una vez más. Kumasi es grande (viven 2,5 millones de personas), pero no tiene apenas servicios. Me refiero a que no hay restaurantes con cara y ojos, ni supermercados, ni tiendas, ni servicios. La gente vive allí. Y punto. Hay todo eso que he comentado, pero no en la cantidad que te esperas encontrar en un país en el que todo África se mira por su crecimiento económico (impulsado por el petróleo) y por su democracia consolidada.
Pero nosotros no estamos aquí para juzgar la manera de vivir de los lugareños. Estamos aquí porque hemos hecho más de 8.000km para estar con las mujeres africanas que sufren o han sufrido cáncer de mama. Estamos aquí para conocer de primera mano cómo viven, cómo sienten, cómo afrontan una enfermedad como esa en un continente donde estas cosas, simplemente, no se entienden. Y nos hemos encontrado con la realidad de golpe y muy pronto.

En el hospital Peace & Love de la ONG Breast Care International (BCI) nos recibieron con los brazos abiertos. No había nadie que no supiera de nuestra llegada. El edificio sobresale en la colina de un barrio de calles de tierra batida y suelo roto llamado Oduom. La silueta blanca, rectangular, con el techo pintado de azul celeste se puede ver desde varias puntos. La verja que lo rodea tiene en lo alto una alambrada de púas para evitar que nadie entre sin permiso saltando sus muros de 2 metros de altura. Una vez superas esa verja, la visión cambia. Aparece ante nuestros ojos un pequeño edificio con ventanas. Y gente. Todos mirando. La furgoneta ayuda a crear expectación. Y los dos blancos que van sentados en su interior no hace más que aumentarla. Nos miran 300 ojos. Y nosotros no podemos mirar a nadie. No sabemos a dónde mirar…

Nos recibe el director del hospital, de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, sino que no puedo. Para nosotros los nombres africanos son muy difíciles. Y si encima uno ya tiene dificultades para recordar los nombres de gente española, pues la cosa no pinta bien. Vaya, que no apuntamos el nombre de nadie y no me acuerdo de casi ninguno… Comenzamos nuestro día de presentación con una visita por las instalaciones. El hospital dispone de todo lo necesario para ser autosuficiente: sala de quimio, sala de diálisis, maquina de mamografía, scanner, quirófano, habitaciones de grupo y privadas, laboratorio e incluso un pequeño banco de sangre. Leyendo esto, parece que estemos en cualquier hospital europeo. Pero se tiene que estar aquí para percibir las diferencias. Parecemos estar en unas instalaciones de los años 70. Las salas son oscuras, tristes. Y vacías. El lugar no es acogedor. Las puertas de las estancias son de cristal y para ganar intimidad se han instalado unas cortinas de estampados bastante serios. Esos mismos cristales son aprovechados como tablón de anuncios y en ellos se enganchan normativas, directrices y todo lo que deba dar a conocer a los pacientes. Las habitaciones compartidas tienen ocho camas. Entramos en una de ellas y saludamos a ocho jóvenes que acaban de ser operadas. Les han practicado una mastectomía hace unas horas. Nos sentimos violentos al asaltar su intimidad, pero ellas nos sonríen. Ya lo he comentado, pero son muy jóvenes. En África el cáncer de mama afecta a mujeres desde los 13 años y de una manera más virulenta que a las mujeres blancas.

Seguimos con nuestra visita sin dejar de sorprendernos de la obsoleta máquina de mamografías, del scanner analógico que les obliga a tener un laboratorio de revelado, del banco de sangre que es una pequeña nevera cuya puerta se abre y se cierra sin control (la abrieron para nosotros animando a Claudia a hacer unas fotografías…), de las habitaciones reservadas para los VIP y donde en España no serían más que un almacén. Las sesiones de quimioterapia se reducen a una enfermera con una jeringa que introduce el medicamento poco a poco en el cuerpo de la paciente. Una maltrecha puerta de madera siempre entreabierta da acceso al quirófano. Las sandalias en el suelo de la entrada indican que está ocupado. Para los momentos de más calor hay repartidos por el techo una serie de ventiladores dignos de cualquier película de Humphrey Bogart. En el exterior hay dos zonas diferenciadas. Por un lado, los despachos de administración y archivo con un orden propio. Por el otro, las consultas externas.

Pero el trabajo que llevan a cabo es ejemplar. Luchan contra todo tipo de impedimentos para dar servicio a las mujeres que lo necesitan. Avanzan cada día un poco más en la lucha contra el cáncer de mama y quieren acercarse a la manera de tratar al paciente que tenemos en los países mal llamados desarrollados. Mucho tenemos que aprender de un continente como el africano, que con los recursos de los que dispone va avanzando poco a poco en temas como este.

Al poco de empezar nuestra visita llega la gran protagonista, el alma mater de los hospitales Peace & Love y de la ONG Breat Care International: la Dra. Beatrice Wiafe Addai, una mujer con unas formas de actuar un tanto curiosas, pero con un corazón que no le cabe ni en todo el cuerpo. Nos abraza y nos convoca en la sala de reuniones para una rueda de prensa con los medios ghaneses. Entramos en la sala y el proyector lanza una imagen fija a la pantalla blanca que cuelga del techo. En ella se puede leer: “Welcome Claudia & Maccioni”. Bueno, ellos lo intentan. Pero la verdad es que en estas cosas son un auténtico desastre. Lo confirmamos unos días después cuando leemos en los periódicos cosas como que hemos tardado una semana en llegar desde Barcelona, o que la ruta empieza en Niger, o que Claudia ha conducido desde España, o cosas por el estilo.

Tomamos asiento en la primera fila y esperamos. Cuando la Dra Wiafe (Dr. Be, para ellos) entra por la puerta la reciben aplausos y saludos. Antes de empezar el acto, un rezo (árabe en este caso) que realiza un periodista. Empieza el acto con una danza tradicional. Una mujer un tanto estrafalaria empieza a moverse a ritmo de una música tribal. A los dos minutos y ante las risas de todos los presentes, me saca a bailar. Las risas van en aumento y pasan a se carcajadas. Cuando la mujer empieza a saltar y dar brincos, le pido permiso para sentarme. Ahora le toca a Claudia, que se defiende un poco (solo un poco) mejor que yo…

Acaba la danza y la Dr. Be (aquí son Dr sean hombres o mujeres) realiza una introducción a la prensa de los hospitales (hay otro en Accra) y de BCI. Nos hace levantar para presentarnos. Comenta todo el recorrido, los días que llevamos viajando, cosas de la furgoneta (no se pueden creer que “vivamos” en el coche), anécdotas del primer mail que recibió de parte de Claudia y que pensó que era spam… Y eleva el tono para anunciar la cuantía de la donación al tiempo que mira a Claudia con mucha emoción pidiéndole a dios que la proteja toda la vida.
Nos pasa el micro para que hablemos un rato con los presentes y cuando acabamos abre el turno de preguntas. Un periodista abre fuego con una pregunta. Y después de eso, se acabó la rueda de prensa.

Nos trasladamos, para los cortes de voz, al despacho de la Dr. Be, el único con los cristales tintados. Aquí no hay cortina.

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Categorías: 10fronterasfotofurgo, aventura, breast care international, camper, cancer, claudia maccioni, jose ramon puig, ONG, Patrocinador, Patrocinio, T3 Syncro Weinsberg, volkswagen vehiculos comerciales, vw t3 syncro | Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , | 5 comentarios

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5 pensamientos en “Peace & Love Hospitals

  1. Araceli Tarancón

    Muy interesante articulo. Cual es el motivo de que haya tantos casos de cáncer de mama en Ghana, y en chicas tan jóvenes?

  2. Vicenç

    BRILLANTS …als ulls i al cor!!!
    FORÇA!!!!

    salut! 😉

  3. Muy interesante. Mucha suerte!

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