Querer descansar cuando estás viajando por África es legítimo. El calor, la comida, el idioma, las relaciones con la gente… todo te agota. Y este continente tiene ugares en los que relajarse. Uno de ellos es la Casamance, en el sur de Senegal. Cruzas Gambia como tú quieras, rápidamente o de forma lenta. Y después ya puedes empezar a relajarte en las playas senegalesas de más renombre. Las fronteras se pasan rápidamente. Los policías son amables y te dicen qué tienes que hacer en cada momento. Así que en 10 minutos ya has pasado las dos, la de Gambia de salida y la de Senegal de entrada.
Kafountine. El nombre que nos abría las puertas al descanso y al paraíso semi- tropical. Antes de salir de Barcelona habíamos decidido pasar unos días a modo de luna de miel en un hotel de la Casamance. Y allí íbamos. A disfrutar del no hacer nada, del tomar el sol, del dormir en una cama…
Llegamos a esa población rápidamente. Seguíamos las indicaciones del Esperanto Lodge, donde nos esperaban para el día siguiente según nuestra reserva de Internet. “Mira! Aquí hay un letrero que indica que debemos coger este camino”. Y giro sin más. De repente aparece ante nosotros un camino de basuras y agua estancada, con sus cabras adornándolo todo. Claudia, que no había visto el letrero indicativo empieza a dudar: “estás seguro de que ponía Esperanto Lodge?”. “Sí, a tres kilómetros… creo”. Así que decidimos seguir. Empezamos a pasar charcos cada vez más profundos. 1 kilómetro. 2 kilómetros. 3… Y por fin, nuestro destino.
No se sorprenden de vernos llegar con un día de antelación y sin avisar. Aquí no se sorprenden por nada. Nos dan la llave de la cabaña y nos dicen que a las 20h estará la cena lista. Ellos eligen el menú. Nos duchamos, nos acicalamos y ya estamos listos. Cenamos, una infusión y a dormir. A la mañana siguiente un buen desayuno, un poco de lluvia, un rato de playa, una buena caminata y una siesta de dos horas. Por la tarde, nada. Y por la noche, nada. Bueno sí, decisiones importantes sí que tomamos… Pero aquí, a la Casamance, se viene precisamente a eso: a no hacer nada. Y nosotros fuimos muy aplicados.
Esas decisiones aportan cambios importantes en el proyecto de 10fronterasfotofurgo. Ya habíamos comentado que no íbamos a visitar Guinea-Bissau. Pero la novedad más importantes es que tampoco vamos a ir a Guinea Conakry. La noche del segundo día leímos aterrados que en N’zerekore, una de las ciudades que están en la ruta que debemos seguir para ir a Costa de Marfil, han quemado vivos y degollado a 54 personas. Son confrontaciones étnicas que cuando se inician son muy difíciles de controlar y que se contagian rapidísimamente por todo el territorio. Estamos avisados por una web de periodistas españoles que trabaja en Conakry de lo frágil de la situación, ya que este país está en pleno periodo de elecciones y el vacío legal que se produce es el caldo de cultivo ideal para las revueltas y los abusos de unos sobre otros. Sin control.
Así que una vez tomada la decisión de no pasar por Guinea (así es como se le llama en África, a secas, sin Conakry) la única ruta que nos permite llegar a Ghana es pasar por Mali. Sopesamos la situación, lo comentamos con otras personas y al final decidimos ir. No disponemos de visado, así que nos tocará volver a Banjul, la capital de Gambia, a hacerlo. No tuvimos suficiente con la búsqueda desesperante del visado para Guinea (un visado que finalmente no vamos a usar…) sino que ahora nos animamos y volvemos a por otra ración de nuestra particular búsqueda imposible. Así que a la mañana siguiente ponemos rumbo a Banjul. En la frontera nos preguntan qué ocurre con nuestro “up & down”. Se lo explicamos y todo ok. Llegamos a Banjul sobre las 14h de un domingo. Deberemos esperar al lunes. Volvemos al Camping Sukuta, donde Christian, el austríaco que viaja en bici, sigue cuidando de Adonis, el perro del dueño del camping (que está de viaje a Alemania). Le explicamos qué ha ocurrido y nos comenta que el lunes es fiesta nacional en Gambia. Pues nada, lo celebraremos con los gambianos. Bueno, no. Nos iremos a la playa con Christian, que nos ha dicho que conoce una muy limpia y donde no hay nadie.
Pasamos la tarde intentando colgar la colada que hicimos en la Casamance, donde nos llovió toda la noche y fue imposible secar. Pero aquí parece que tampoco nos va a dejar. La colgamos, pero la humedad hace que sea tarea imposible. No corre nada de brisa. El calor es asfixiante. Sudas sin hacer nada más que respirar. La noche será larga pese a dormir con todo abierto: puertas, ventanas, portón lateral, portón trasero…
La mañana llega rápidamente. A las 6 ya es de día. Recogemos la ropa, que sigue húmeda y nos vamos a buscar algún lugar con wi-fi. Lo encontramos en la zona más turística, pero mientras miramos el correo y demás, la red se cae y Gambia se queda sin Internet. Este país merece un post a parte. Por un lado es agradable. La gente sonríe, los niños de las aldeas gritan “Toubab!” (algo así como hombre blanco) cuando te ven. Por el otro, a la mínima que te adentras, ves sus miserias tan acentuadas que te sorprende. Por que en Gambia todo es bonito, todo está bien, todo es seguro. Pero descubres que es una fachada a punto de derrumbarse. Y al final te cansa de tanta falsedad.
Por la tarde vamos a la playa con Christian (en coche, no en bici…) y la verdad es que supera todas nuestras expectativas. Está limpia, es grande y solo para gente autóctona. Nos reciben muy bien, con sus amplias sonrisas. Pero esta vez no nos piden nada a cambio. Disfrutamos de un fantástico baño, nos reímos con Adonis y su habilidad para surfear, ayudamos a unos pescadores a meter su barca en el agua y vemos como se aproxima una tormenta tropical de primer orden. Nos vamos al camping, donde tenemos más ropa colgada (la de color…). Llegamos a tiempo para recogerla, pero cuando nos ponemos a cenar empieza a llover abundantemente. Esto es la estación húmeda, así que hay que aguantarse.
El martes vamos en busca de la embajada de Mali. No la encontramos por que, sencillamente, no hay. Pese a que en la guía y en Internet aparece. “Nos harán el visado en la frontera”, decidimos nosotros mismos. Así que empezamos a desplazarnos hacia Mali. No salimos hacia Senegal, donde las carreteras son pésimas, sino que circulamos por Gambia con unas infraestructuras dignas de cualquier país europeo. La cooperación internacional está presente en todos y cada uno de los poblados que cruzamos. Y hay uno cada 500 metros. Parece como si los gambianos estuvieran acostumbrados a pedir y que se les dé todo lo que piden. Si no es Noruega, es Italia. Y si no, España. O Francia. O Inglaterra. Gracias a este último país podemos dormir apaciblemente en un campamento Scout en la pequeña localidad de Soma.
Llegamos por una pista de tierra y lo vemos a la izquierda. Abdullah, un guía con el que conversamos en una parada para descansar y que habla un perfecto español, nos había puesto sobre aviso de la existencia de este campamento. Lo encontramos rápidamente y somos bienvenidos. Es un campamento de Scouts ingleses que vienen cada año en diciembre. Así que ahora no hay nadie más que los cuidadores y los chicos Scouts del pueblo. Hablamos con ellos (de fútbol, como no) y cuando llega la hora de romper el Ramadán (a las 19.30) nos invitan a sentarnos con ellos. Pollo con pasta de arroz, patatas y lechuga. No tiene muy buena pinta, pero está buenísimo y para un vegetariano como yo es una buena manera de comer algo de carne sin mirar mucho qué comes…
A la mañana siguiente nos ponemos en marcha muy pronto. Son las 7h. Hay una luz espectacular y un movimiento que no habíamos visto. Los campesinos aprovechan las horas más frescas para labrar el campo (a mano…), recolectar, abonar, arreglar un tractor o lo que se tercie, que en África se tercian muchas cosas…
Finalmente no nos queda otra que volver a Senegal y sus carreteras infernales. SI te alejas de la red principal que rodea a Gambia, no puedes pasar de 10km/h a riesgo de reventar el coche, la furgo o el camión por los terribles socavones que hay cada tres metros. Tambacounda es el lugar escogido para descansar antes de seguir hacia Mali.