Hace ya unos días que llegamos a Barcelona. Llegamos a Barcelona, que no quiere decir que hayamos vuelto. Los recuerdos de lo vivido son imborrables. Y lo serán para toda la vida. En tres meses y medio hay días para todo: para la felicidad y para la tristeza; para reír y para llorar; para pasar calor y para pasar frío; para cansarse y para descansar; para hacer fotos y para hacer vídeos; para conocer a gente y para despedirse. Para vivir.
Es duro volver a poner los pies en el suelo de un país desarrollado y de una ciudad como Barcelona. Ves a la gente de otra manera. Los primeros días te horrorizas cuando accedes a un centro comercial y ves lo superficiales que podemos llegar a ser. Queremos irnos. Y cuanto antes lo logremos, mejor.
Queremos irnos para volver a conocer (volver a conocer, curiosa construcción…) a gente de otras culturas. A PERSONAS, en mayúsculas. Personas que nos han abierto su corazón, que nos han ofrecido todo lo que tenían, por muy poco que fuese. Echamos de menos hablar con los policías de los controles de carretera, que se quedaban alucinados al ver el tatuaje de letras árabes que llevo en el antebrazo. Lo traducían y reían. Echamos de menos perder tres horas para cruzar una frontera ahora que sabemos cómo movernos y evitar a los vividores que se creen que eres mercancía y te piden dinero por no hacer absolutamente nada. Queremos sentir de nuevo los nervios de desviarnos de la ruta marcada y acceder a un camino sin saber muy bien donde va a parar. Echamos de menos conducir con el viento entrando por las ventanas y el sol pegando en nuestras caras. Nos teníamos que poner crema protectora para no quedar carbonizados. Y así una anécdota tras otra. Hasta poder llenar un libro.
Nos gusta viajar. Y lo hacemos con gusto. Nos encanta interactuar con los demás. Nos apetece pasar calor en el desierto porque sabemos que por la noche el frío se nos echará encima y podremos encender una fogata para calentarnos. Nos apetece mojarnos con las lluvias torrenciales que dejan todo embarrado, ponernos unas zapatillas de deporte y caminar. Pocas cosas hay que puedan igualar la sensación de caminar por pueblos y ciudades en los que acaba de caer una buena tormenta aunque, como nos pasó en Bobo, nos haya obligado a coger un taxi que no podía resistir el agua y se paraba irremediablemente. Nos gusta buscar lugares para dormir aunque tengamos que empezar la búsqueda a las 3 de la tarde.
Discutimos varias veces a lo largo de los tres meses y medio que duró la aventura. Eso no se le escapa a nadie. Pero lo hicimos a gusto. Discutíamos porque pasar 24 horas juntos en una furgoneta pasando calor, frío, con lluvia, con tormenta de arena, con cansancio, con pena, con nervios, con alegría… pues no es fácil. Pero recompensa hasta límites insospechados. Ahora sabemos que podemos afrontar nuevas aventuras juntos. Y lo haremos. Sin duda. Estar de vuelta en Barcelona es solo un trámite.
Muchos quieren vivir una aventura en su vida. Viajar de otra manera durante un tiempo. Cambiar sus costumbres y olvidarse de todo. Después, a la vuelta, la rutina se convierte en la nueva aventura. No queremos que nos pase eso. Queremos vivir una vida de aventuras y viajes. Y lo haremos. Sin duda. Lo que nos hacía rabiar nos empuja a ello. Porque ahora nos encanta.